Las sanciones imperiales contra Venezuela han puesto la
situación bastante difícil a todos los habitantes del país; se supone, según lo
declarado reiteradamente por los promotores de las sanciones, que la población
en desespero derivaría en un conflicto social y bajo ese ambiente la oposición -a
través de un golpe de Estado- asumiría el poder político e inmediatamente serían
reconocido por los Estados Unidos, sus organismos aliados y demás países
coaccionados, ese ha sido el plan, lo han aplicado en todas sus letras, pero no
han logrado el resultado esperado.
Como consecuencia del referido plan, ciertamente, la
mayoría de las venezolanas y los venezolanos viven un diario desespero, pero a
la vez, la población se debate entre dos posiciones: hay quienes su desespero
lo mezclan con odio, lamento, lloriqueo, acatan el aumento de los precios sin
protestar, culpan al gobierno de todo lo malo, piden mayor salario, y hacen
poco o nada que coadyuve en solución para la denominada “crisis económica”.
Otros, igualmente en el desespero diario pero al
contrario de los mencionados, no se desmoralizan, no se rinden y soportan esa dura carga que imponen las
ilegales sanciones estadounidenses que se suman a esos perversos deseos de
quienes pretenden desmantelar al país para entregarlo a sus jefes políticos en
el exterior a cambio de prebendas económicas, tal como sucedió con el vergonzoso
caso de la refinería Citgo.
No se puede evadir la
realidad, hay que reconocer que el nefasto dirigente opositor Leopoldo López
partió en dos la revolución bolivariana, existe un antes y el después de la
implementación del plan golpista denominado de “La Salida” que desde el 2014 hasta los actuales días -con uno
que otro retoque o cambio de nombre- se viene inoculando en la dinámica
política, social y económica de Venezuela. Pretende ponen de rodillas al pueblo
venezolano y lo están logrando... pero unos se han puesto de rodillas para
rogar y otros lo ha hecho para luchar.
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