¡Verde que te quiero
verde! Nos cayó encima una devaluación personal del carajo. Uno llegaba a
Maiquetía, al aeropuerto internacional, cargado de tarjetas de crédito de un
gentío a la que le habíamos comprado su cupo de dólares, y listo, a vivir el
placer en Panamá o más allá, y eso sí, sintiendo siempre el grato olor del
éxito.
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