Una aldea fundada hace 50 años por unos 1.000 pobladores
en precarias condiciones económicas, la mayoría provenientes de localidades
campesinas; cuenta hoy con chalets de 400 metros cuadrados y se ha convertido
en una meca del buen vivir con tres reglas inquebrantables: trabajar en
las cooperativas, reinvertir más del 80% de las ganancias en la ciudad y jamás
traicionar el terruño.
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