Las políticas
económicas de Keynes que conllevaron a lo que se conoce como el Estado de
bienestar, tenían como objetivo salir de la embarazosa crisis que vivía el
sistema capitalista mundial, fundamentalmente en los Estados Unidos debido al
Crac de 1929.
Esencialmente, el
capitalismo entraña la acumulación de capital, la riqueza, las ganancias exorbitantes
y por ende, su ética es el lucro e incluye las prácticas especulativas, en
pocas palabras: el robo y la depauperación de la clase trabajadora.
Con respecto a la
“burguesía venezolana”, desde sus orígenes han sido y son dependientes del
Estado rentista y del petróleo, escasamente coloca su capital de riesgos para
la inversión, es sumisa ante los polos capitalistas y parcamente invierte en
las inventivas tecnológicas. Tiene como característica esencial ser
ensambladora, entre otros.
Incapaz de enarbolar
una política económica tendiente a resguardar los intereses nacionales, la
domesticaron de cara a la dependencia del gran capital transnacional, creando
hábito especulativo no solo en este momento, existen estudios de la década de
los cuarenta del siglo XX donde se devela el carácter usurero de los sectores
capitalistas venezolanos. De allí que, es certera la afirmación del economista
Luis Salas: no vivimos una etapa de inflación, sino de acaparamiento crónico,
el cual se acrecienta debido al poder adquisitivo de la población; aunado al
bloqueo internacional, al boicot productivo como sucede actualmente con la
Colgate-Palmolive y empresas Inlaca, entre otras, quiénes simplificaron la
producción o paralizan la fabricación como sucedió en el periodo de Semana
Santa; este panorama se agrava por la caída estrepitosa de los ingresos
proveniente del estiércol del diablo, asociado a la crisis estructural del
capitalismo mundial, que al parecer, se profundizará en los próximos meses o
años.
Esta burguesía se
basa en la promoción ilusoria de un desarrollo que envuelve a la población
desesperada y desperanzada, desorientándola y sustituyendo valores ciudadanos
por el robo y la farsa implementada por la especulación y el acaparamiento, en
los cuales se envuelven una serie de cosas donde priva la inseguridad y la
escasez, obligando al ciudadano común a ir en la búsqueda de medios para
sobrevivir por encima de los intereses colectivos y ser partícipes en una
especie de saqueo organizado que en determinadas épocas ha utilizado como
estrategia de querella política el “bachaqueo”, el cual es la inoculación
sistemática de la visión capitalista para estimular el consumismo. Este es el
modelo actual o contemporáneo de obtener riqueza temporal y coyuntural, pero de
a poco atrofia los valores humanos, familiares y sociales. Ya es o se ve normal
comprar un bulto de 20 kilos de harina cuyo valor es Bs 20 por kilo y revender
cada kilo en Bs 250, y no considerar que es especulación y que te hagan creer,
que por lo menos que te están ayudando a acceder al producto; y así, quienes lo
“bachaquean” se convencen de que a quien se lo venden le hacen un favor y que
es justo quedarse con una ganancia por el esfuerzo y el favor. El “bachaqueo”,
en los actuales momentos de dificultad, es el medio utilizado para crear una cultura de que el trabajo productivo no
es necesario, no hace falta, lo cual desvirtúa la buena práctica de ciudadanía.
Finalmente, al
recapacitar me planteo que es evidente que el ciudadano se pregunte: ¿Es culpa
del Gobierno?, si; ¿Es culpa de todos los ciudadanos?, también, lo cierto es
que todos somos corresponsables y testigos de la cruda realidad, cabe entonces
señalar como el caso de Juanito Alimaña: “todos lo comentan nadie lo
delata y aunque a medio mundo le robó la plata todos lo comentan
nadie lo delata…”
Vale entonces
proponernos, ¿Qué hacer?
Por Denny Granado, C.I.
7502159
Docente de la UPT de
Yaracuy
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