El transporte público nos presenta dos alternativas de
servicio urbano para el colectivo usuario.

En la otra parte apreciamos el “transporte capitalista” o
“sálvese como pueda”, el cual a su vez se nos presenta en dos categorías:

Categoría popular: la
que sufre –para no decir usa- el común y silvestre de la población, ancho sector
social integrado por amas de casa convertidas ahora en buscadoras itinerante de
producto tales como: detergentes, shampoos, pañales y papel sanitario; trabajadores
“sueldo mínimo”; gente de a pie y demás afines que irremediablemente son las víctimas
inexorables de esta opción, que, en destartalados autobuses y busetas equipadas
con potentes reproductores de sonidos con su repertorio de música vallenata o
regetón, sumado a ello, el calor, la sobrecarga de pasajeros, las bruscas
arrancadas y frenadas del conductor, y las cantaletas del colector y “arriero”
de pasajeros, que con frases tales como: “CAMINEN PA’TRAS POR FAVOR”, hacen
imposible olvidar los tortuosos momentos que se viven durante el recorrido al
lugar de destino.
Alineado con la primera opción, hay quienes plantean que
masificando el “transporte socialista” se garantizaría el buen vivir para todos
los usuarios del transporte; en la otra opción se pregona (el cuento de
siempre) que, “si el gobierno permitiere subir los precios del pasaje, los
dueños de unidades podríamos activar los mecanismos necesarios para la repotenciación
y reacondicionamiento de nuestras unidades y poder así prestar un servicio de
calidad para todos los venezolanos”. ¿Qué opina usted?
Por Héctor Barrios
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